El 14 de septiembre, la Iglesia se viste de rojo. Casullas, paños de ambón, cubrecálices, estolas y demás ornamentos se tiñen, de nuevo, del color de la Sangre. No vendría nada mal introducir en el temario de las catequesis (que, por otra parte, ignoro) un poco de nociones de liturgia, por lo menos para que, desde pequeños y para quiénes decidan libremente seguir la senda de la Fe, se comprenda que hay ciertas cosas que no se dejan -o no deberían dejarse- al arbitrio de gustos personales (o pasionales)... que si un sacerdote se pone casulla verde no es porque esté en tal o cual romería o porque sea el color de mi Hermandad, si no porque estamos en Tiempo Ordinario y las Rúbricas así lo ordenan.
Como venía diciendo, el 14 de septiembre se celebra la Festividad litúrgica de la Exaltación de la Santa Cruz y la Iglesia contempla el uso del encarnado para los ornamentos. Rojo de la Sangre, Eucaristía vivificante que nos alimenta y limpia; rojo del Amor, y nadie amó más que Quien dió la vida por la humanidad; rojo de la Caridad, que es el Amor llevado a la práctica; rojo del ardoroso fuego del Sagrado Corazón, pues, como se dice en el Gloria, es Dios quien nos ama, no al revés: "... y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor"... y no que muchas veces se oyen burradas del tipo: ""que aman al Señor"" (y los que no lo aman, pues nada, ni paz ni gloria, es decir TODOS de cabeza).
Me encantó el altar que se montó en el Triduo preparatorio del mes de abril (véase la primera foto): La Cruz desnuda, vacía, tosca, ruda, pesada, antesala de la que estaba por ocupar el mismo lugar sólo una semana después (véase la segunda foto): Teñida también de la redentora Sangre, pero gloriosa, esplendorosa, rodeada de flores, triunfante y victoriosa. Una bella alegoría que mi Hermandad tuvo a bien proclamar: A la Gloria a través del sacrificio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario