miércoles, 17 de octubre de 2012

Pasó el 12 de octubre

               Qué complicaditos nos ponemos cuando vamos cumpliendo años...

               En mi época de estudiante (colegio y primeros años de instituto) el 12 de octubre suponía un estado de júbilo, pues nos encontrábamos ante el primer puente del curso. Ese día me levantaba un poco más tarde de lo habitual, me sentaba delante del Radiola blanco y negro antes, Philips color después, y me entusiasmaba mirando el desfile de las fuerzas armadas... Junto con mi hermano lo vivíamos con auténtica pasión, incluso llegábamos a echarle vivas a la Cruz cuando veíamos desfilar a la Legión. Y es que era eso... no nos movía orgullos patrios ni leches en vinagre, lo que nos emocionaba del desfile era el recuerdo de los primeros días de mayo de entonces en que las fiestas cruceras eran amenizadas por bandas militares (obviamente no hablo de Soria 9, porque eso es punto y aparte). Menos mal que, como casi todo, aquello tuvo su época. Hoy me ruboriza verlo en otros lares.

               Qué distinto es hoy. Cuando llega este día me afloran sentimientos muy contrapuestos. Miren, ni me engaño, ni pretendo engañar: Cada vez creo menos en banderas, escudos, himnos y demás imposiciones de espíritus nacionales. Cada año me hago la misma pregunta: ¿Por qué puñetas seguimos asociando la "rojigualda" y "lo español" con lo militar, lo totalitario, lo violento, con el ordeno y mando y el "¡se sienten, coño!"...?. Desde instancias oficiales se nos invita insistentemente a sentirnos orgullosos de nuestro país (aunque por lo bajini sea un coñazo -Rajoy dixit-).

               El orgullo, aun entendiéndolo en todo momento y circunstancia como un sentimiento vacuo, tiene que tener algo de motivo para poder sentirlo medianamente. Que no me vengan con monsergas... ¿de qué tengo que estar orgulloso? ¿de los casi seis millones de parados que hay?, ¿de que un político tenga patente para insultar difamar, robar, violar la voluntad de sus votantes pasandose por el forro los programas electorales?, ¿de que el método de promoción laboral más seguro y eficaz sea alistarse a la casta política?, ¿ de que se hayan cargado de un plumazo nuestro sistema educativo?... de qué, díganme, ¿de qué tengo que enorgullecerme?, ¿de que hayan herido de muerte nuestro sistema sanitario?, ¿de que la justicia sea buena o mala en función del reo?, ¿de que aún existan privilegios medievales?, ¿de que la manipulación informativa sea tan escandalosamente descarada es insultante para nuestras inteligencias?, ¿de que te peguen un vergajazo si osas a manifestarte?...

               Perdónenme, pero yo celebraría el día del Pilar con verdadero júbilo si la "rojigualda" y "lo español" tuviera connotaciones de otro corte. Que se nos conociera por ser un país donde la libertad sea algo real y efectivo, no una cosa epistemológica y etérea. Donde la Educación de nuestros hijos fuera una cuestión de estado, un núcleo intocable e inmanipulable, donde ningún ente moral se atreviera a decir que esto o aquello no es conveniente saberlo (¡manda narices!). Un país donde decir "soy creyente" sea igual de respetable que decir "soy ateo", o agnóstico o de donde nos dé la real y muy ilustre gana; un país donde su sistema sanitario sea modélico, donde sus políticos fueran eso, políticos, ¡¡¡donde no se pase hambre!!!... sólo entonces el 12 de octubre me henchirá el pecho de satisfacción, mientras, seguiré felicitando a las que se llamen Pilar, entre ellas a la que me trajo al mundo (sí, es uno de los cuatro nombres con que la bautizaron).

               Espero, aunque no lo garantizo, que la próxima entrada tarde menos.