martes, 9 de noviembre de 2010

El término medio.

               Está visto que en esta España no se puede ser más que de un extremo: de izquierdas o de derechas, de abajo o de arriba, de delante o de detrás, blanco o negro, del cielo o del infierno… Al parecer no se permite situarnos en un término medio. Si eres creyente, no puedes ver, leer ni escuchar ciertas cosas, y no hablemos ya de “hacer”; aunque quien te lo ordene, dedo índice en alto, pueda darse el caso de ser el primero en no cumplirlo. Si eres ateo, te tiene, por definición, que asquear el poema sinfónico “Soleá dame la mano”; pensar, por defecto, que las Imágenes procesionales son meros trozos de madera cubiertos de oro (como si “La Gioconda” no fuera un trozo de lienzo embadurnado de pigmentos aceitosos).


               A los que, como yo, no nos gusta amarrarnos a ninguna sigla (aunque en algún momento podamos estar más de acuerdo con unas que con otras, aunque con algunas, ni de carambola), estamos eternamente condenados a ser el incordio permanente de dispares foros de opinión. Mi caso, a veces, roza lo cómico-burlesco. Cuando entro y participo en algún que otro foro cofrade tanto de Sevilla como de Huelva, algunos me suelen tachar de rojo (como si esa palabra me ofendiera lo más mínimo), revolucionario o libertino, simplemente porque me asquea que se utilice el nombre de Dios para meter miedo, dictar normas antojadizas, que se establezcan pruebas de selectividad o de pureza de sangre para acceder a algunas Hermandades, se esté a favor de la vida pero después ésta se discrimine por razones anodinas, la doble moral, que haya que presentar el carnet del PP para ser considerado buen cofrade o cristiano, que se quiera hacer ver que la moral católica se extralimita sólo y exclusivamente al tema del sexo (como si, por ejemplo, creerte soberbiamente superior a tu prójimo fuera una ley del Decálogo). Que se confunda el término “eclesialidad” con el si wuana al inquisidor de turno y no con el no murmurar del vecino o ayudar a quien lo necesite. Me ofende que alguien se ponga de “nick” el nombre de algo sagrado para decir, a renglón seguido, que sobran gente en las Hermandades… y demás golosinas de la hipocresía con mayúsculas.

               En cambio, cuando accedo a foros de corte más, llamémoslo “alternativo”, siempre suelo ser el meapilas santurrón de turno. Abomino la cerrazón barnizada de falsa libertad. Hay quienes intentan ir de avanzados transgresores súper mega guays y no pasan de neo-progres repipis y petulantes, igualmente intransigentes. Esos que fuerzan ser de una manera para ser aceptado en el grupo coreando consignas hip-hoperas, esos que casi celebran con champán la agresión al Gran Poder (y eso que es “un cacho de palo”), tachan de retrasado y cateto toda forma de religiosidad popular, culpando de los males del planeta a toda procesión y romería (claro, que en su lugar verían mejor un campeonato de tiro de huesos de aceituna), saltan con el discurso tan manido como recurrente e igualmente hipócrita de que con el dinero que cuesta hacer un manto bordado en oro comerían muchas familias…- ¡toma ya! y con el dinero que cuesta tu coche de último modelo, también-. Parece que a algunos le hicieron mala digestión la lectura de un “Mundo Feliz” de Huxley o “El Árbol de la Ciencia” de Pío Baroja en sus años de adolescencia; o a la única clase de Filosofía que no faltaron fue aquella en la que se impartió “El Nihilismo y sus formas” de Nietzche… Van de evolucionados pero en realidad en su desarrollo evolutivo aún no han superado la llamada “Etapa del ¡NO!”.

               Si me lo permiten, me quedo en el término medio. Precisamente hace un rato escuchaba por los auriculares “Losing my religion” de REM, mientras miraba unas inigualables fotos de la Esperanza de Triana enviadas por un inmejorable amigo (sí, ese al que le dediqué mi primera entrada del blog allá por agosto). Mis ideas están más que claras. No por escuchar, ver o leer a algo distinto va a hacer mella en lo que realmente siento y, por qué no decirlo, creo. Sólo pido que, en la medida de lo posible, se me permita.


FOTO: Haciendo un poco de zafarrancho en mi habitación y recolocando un poco mis libros, revistas etc, me dio, mientras limpiaba las estanterías, por apilarlos en el suelo y voilá por pura casualidad aparecieron de esta forma que ven. Me apresuré a sacarle una foto con mi móvil y viene a ilustrar un poco lo que os vengo contando. Curioso, ¿verdad?

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