domingo, 27 de febrero de 2011

Día de Andalucía, día de la libertad.

               Ahora es muy fácil ser, sentirse, expresarse, mostrarse andaluz. Ahora es, no sólo fácil, si no casi una bendita costumbre adornar nuestros balcones con la blanca y verde. Ahora, gracias a Dios, el 28 de febrero es un motivo de júbilo y alegría. Hace escasos treinta años, no. Es más, ahora incluso, como dice Pérez Reverte, te pueden tachar de fascista si pones en duda las ñoñerías que emanan del abuso de lo políticamente correcto. Hace escasos treinta años había que tener dos pares de pantalones para decir abiertamente lo que se pensaba, arriesgándote a que en la taberna te señalaran con el dedo y te dijeran: -"Como se llegue a formar, el primero que va al paerón eres tú". ¡Treinta años, cuando ya el salvapatrias llevaba seis con la losa en lo alto! 

               Recuerdo cuando el malogrado y querído (ahora por todos) José María Boza estaba en la oposición y repartió casa por casa la copia de unos documentos que atestiguaban que la Dehesa Nueva es de todos y cada uno de los Villarraseros, regalada por Fernando VII. Ignoro los intereses que, en aquella época, se cernían sobre dicha finca, el caso es que el consistorio fue raudo y veloz en enviar a dos municipales a confiscar casa por casa dicha copia. Llegaron a la mía, salió mi madre al zaguán; pedida la copia, mi madre se niega en redondo a dársela; insisten los municipales empleando ya algo más que medidas persuasivas, vuelta a negarse mi madre; a lo que los municipales amenazan: "pues entonces tendremos que enviar a la Guardia Civil", mi madre, ante tamaña y gratuita amenaza, puso brazos en jarra y les contestó: "pues a la Guardia le voy a decir lo mismo que les estoy diciendo a ustedes, así que largo".

               Aquella escena la viví jugueteando en medio de casa con las fichas del bambino que guardaba en un bombo cilíndrico de "Luzil". Poco o nada sabía mi madre de la lección de democracia que me estaba dando en ese momento, de no transigir ante descarados abusos de poder, de defender lo que es justo, de relativizar el poder de la autoridad cuando esta misma viola las leyes que están obligadas a guardar y hacer guardar. La cosa podría tener su lógica si esto hubiera pasado en la época que todos sabemos, pero es que cuando esto sucedió ya España no la estaba empezando a conocer ni la madre que la parió. ¡Ay -me digo muchas veces- qué pena que aquello me cogiera jugando a los "clics"...! A lo largo de mi vida, esta animadversión hacia la intransigencia y las imposiciones me ha acarreado algún que otro dolor de cabeza... bendito dolor.

               Como digo, ahora es muy fácil ser defensor a ultranza de la democracia y la libertad, tanto que, algunos son capaces de atentar contra esa misma libertad para imponerla. La memoria, a veces, es muy frágil y ya parece que no nos acordamos de las peleas que se montaban sólo porque se ponía la bandera andaluza en el escenario de la caseta del casino en la Feria. Qué curioso, algunos de aquellos que lo veían como una afrenta al sentimiento patrio resultaron ser luego más "andalucistas" que nadie; pero bueno, no soy yo quien para juzgar nada, ni mucho menos a nadie (cuando yo mismo soy un amasijo de contradicciones).

               Qué poco nos acordamos ahora de aquellos que, allá por los setenta, se jugaban el pellejo en nuestro pueblo (sí, en nuestro pueblo) pegando carteles y reuniéndose en desesperadas sesiones porque "algo hay que hacer para mejorar nuestro pueblo". Puedo dar fe de que no les movían nungua ideología estandarizada, si no el puro amor por las cosas de Villarrasa. El mismo que en cualquier Hermandad hace que muchas veces los más jóvenes se unan para oxigenar un poco la vida de éstas. Por eso, tanto que se ha luchado por la libertad que ahora disfrutamos, me apena comprobar cómo aún parece que nos gusta juzgar en función de la vestimenta, aficiones, etc. No pocas veces alguien que otro que, de hace tres días, presume de ser demócrata hasta los huesos (ya digo, ahora es muy fácil) pasa por la vera del que lo ha sido siempre y pone cara como de estar oliendo a estiercol, sólo porque gaste corbata, le guste los toros, esté en alguna Hermandad o vaya regularmente a Misa.

               Más que rendir homenaje a nuestra Comunidad Autónoma (ya se lo rendimos a diario sus ciudadanos), debemos festejar el disfrute de un bien de primera necesidad que no hace mucho era un lujo: la libertad. Disfrutemos, levantemos banderas, paseemos en bicicleta, hagamos ofrendas a los que aún siguen siendo objeto de insultos, tomemos copas de vino, asistamos a conciertos... pero nunca sin perder la perspectiva de que todo eso que hacemos era impensable hace tan sólo tres décadas. Ahora disfrutamos lo que otros antes sufrieron.... de eso se trata, ¿no?. Pues eso.


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