miércoles, 15 de febrero de 2012

El pedigrí cofrade...

               He decidido que antes de salir a ver alguna Cofradía, tomarme una buena torrija con dos kilos de miel en lo alto y, encima, zamparme tres latas de melocotón en almíbar... más que nada para inmunizarme. Porque, convendrán conmigo, últimamente estamos viviendo una época en que se le da culto a la tontería más que a las Imágenes Titulares. ¿Reflejo de la sociedad? tal vez. Pero se nos viene encima una generación de "tikis-mikis" de padre y muy señor mío.

               Toda época artística pasa por tres periodos: arcaico, clásico y decadente. Sin duda, en lo cofrade, estamos inmersos en el tercero de ellos. Una etapa de amaneramiento que denota desgaste y ganas de rizar el ya de por sí rizado rizo (¿lo rizo más?). No quiero decir que ya esté todo inventado, pero sí que todo lo inventado ya está manoseado, retocado, retorcido... No hay campo de esta bendita tradición que no se halle libre de esta oleada (que espero que sólo sea eso): Desde la escultura hasta la música, pasando por la orfebreria, bordados, exornos, etc...

               ¿Por qué lo llaman clásico, fino y elegante, cuando en realidad se debe decir: empalagoso, cursi y petulante? Y no, no se libra nada ni nadie.... el "glamuroserío" cofrade lo invade todo... hasta al Patrón de la más humilde aldea. Y es que el pedigrí cofrade es de un atrevido que te rilas... y ya se sabe el atrevimiento de quién es hijo... Para ellos esto no es más que una coreografía.

               El salido del "Gotha"  suele confundir "estilo" con una vuelta más o menos de blonda o un centímetro más o menos de anchura de pollero. No dudan en medir la valía de una hermandad en función de la forma más o menos puntiaguda o redondeada de los bouquets florales. Son capaces de sentar cátedra e imponer normas tan absurdas como que una Cofradía de negro no puede llevar candelabros de guardabrisas, o que un palio decimonónico no casa con las verlas rizadas (y nacieron al unísono...), aunque luego sean capaces de colocar dos libreas delante de una carreta rociera. Todo ha de estar medido, milimetrado, ensayado, encorsetado, cronometrado... Todo ha de ser de determinados materiales (aunque un maniquí de Pull&Bear sea de ébano, no deja de ser un maniquí), todo origen ha de ser legendario (si es con santo de por medio, mejor), tener a la Marquesa de Catapúm-chin-chin de hermana es todo un motivo de orgullo (aunque sólo sepa de la Hermandad su nombre leído en la carta donde le ruega que se haga hermana).

               No dudan en confundir fúnebre con calidad y no es de extrañar que esa confusión (salida del convencimiento de estar en posesión de la verdad absoluta) sea la causante de los impersonales repertorios que muchas veces se escuchan detrás de nuestros pasos... y vaya por delante que yo particularmente maldigo la hora en que un tal Francisco Dolores de propuso colocar una nota detrás de otra.... pero de ahí a que todo haya de ser un Santo Entierro, va un trecho.

               Devotos de lo volátil que suelen salir despavoridos de cualquier besamanos en el momento en que alguien agarra el micro y dice "Santo Rosario.... Por la señal..."

               Todo este "movimiento" tiene su su antagonismo en otra no menos preocupante pro-folclórico... al fin y al cabo, la misma impostura es: Hacer que las cosas parezcan lo que no son.

               Al final, acabo afianzándome en una de mis máximas: la verdadera elegancia es aquella que no se nota.

1 comentario:

  1. Mi mas sincera enhorabuena por este blog, me gusta la gente que se expresa con plena libertad, y sin tapujos, aquí tienes otro cofrade de mal para lo que quieras.Decirte que Los cofrades somos la Iglesia que está en la calle, la Iglesia que abre las manos, que ve y escucha sin escandalizarse, que dialoga y no impone. Somos cristianos, cristianos de la calle, tenemos la obligación de desmorir al mundo, de despojarlo de las amarguras y los quebrantos que nos imponen los poderosos, de insuflarle el ánimo de una esperanza al desfavoreció.

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