viernes, 3 de septiembre de 2010

Amistad

               Se suele decir que los amigos que se hacen en la Universidad son para toda la vida... puedo dar fe. ¡Qué caprichoso es el destino! (o llámenlo como quieran), estaba preparando unas semblanzas ahora que se cumple una década de cuando comencé mis estudios universitarios: recordar cuando llegué aquel 3 de octubre casi de madrugada a la parada del "Damas" que había en la puerta de la Facultad "El Carmen", el tufo a Polo Químico que me dio la bienvenida (luego, más tarde, descubriría que Huelva no es sólo eso), tener que acostumbrarme al horario de tarde, no conocer absolutamente a nadie los primeros días, y, sobre todo, las personas con las que compartí horas, días, noches, penas, alegrías, agobios, confidencias, etc; personas que han forjado un vínculo irrompible con el que suscribe y que, sin temor a equivocarme, fueron hasta aquel momento, mis mejores amigos. Luego, terminada la carrera, cada cual tomó su camino. Algunos lo aceptamos más que otros. Nos fuimos viendo más esporádicamente, yo diría que en los últimos años casi nada.

               Preparando estaba, decía, unas semblanzas añorando aquellos años, cuando la siempre cruel e inesperada hoja de la guadaña segó la vida del progenitor de uno de ellos. Hacía ya demasiado tiempo que no nos veíamos....y tener que reunirnos ahora en tan tremendas circunstancias... Cuántos intentos fallidos para quedar aunque fuera simplemente para tomar algo, cuántos "no tengo tiempo", "el trabajo", "la pareja" , "a ver si más adelante", etc, etc... (mea culpa yo el primero).  Nunca creí que algo tan luctuoso como la muerte (y más en circunstancias trágicas) pudiera ser motivo para volvernos a unir, aunque fuera por unas cuantas de horas. Imposible explicar las múltiples y contradictorias sensaciones vividas ayer en el sepelio, se me vienen a la mente aquellas palabras que Fray Carlos Amigo pronunció ante mi Patrona aquel memorable 15 de agosto de 2004: "la distancia la ponen los ojos... la cercanía la pone el Amor".

               En estos casos siempre hemos de sacar lo positivo, aprender la lección que, una vez más, nos enseña la vida (y la muerte forma parte ineludible de ella): mientras estemos por aquí hemos de hacerlo aprovechando los buenos momentos, pues los malos se presentan siempre sin avisar. Debemos tributar más culto a la vida, movilizarnos por ella lo mismo que cuando nos desgarra la desgracia. Ante una muerte cercana dejamos todo cuanto tenemos que hacer... no vendría mal que ante la Vida, de vez en cuando, actuemos igual.

              Cuatro almas que encontraron acomodo entre las incómodas bancas de las aulas universitarias, apuntes varios, esperas de tutorías, estanterias de biblioteca, bandejas de comedor, catas al mediodía, tardes de césped, parrandas nocturnas (no tantas como hubiera deseado), y un largo etcétera. Siempre como hermanos: Feliciano (Felix), José Ángel (Jose), Luis María (Lolico) y éste que os habla.

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