jueves, 23 de septiembre de 2010

Corridas de toros no, Correbous si...

               A cuadros es como se queda uno cuando le llegan noticias como las del título de esta entrada. (La actualidad hace que haya una casi diaria). Hasta la fecha sabía de la existencia de eso llamado demagogia dentro de la clase política (no toda, a Dios gracias), lo que sí no me esperaba es que ésta sea tan descarada. Dejo aquí el enlace de la noticia tal y como viene en diario "El País": http://www.elpais.com/articulo/espana/Parlament/blinda/correbous/elpepuesp/20100922elpepunac_3/Tes

               La verdad es que hay ciertas cosas en esta vida que es mejor tomárselas a guasa, es imposible tomárselas en serio. Como Valle-Inclán, es mejor reirse de los esperpentos, de esa realidad que nos aparece deformada como nuestra imagen en espejos cóncavos o convexos. Lo siento, no me pidan seriedad a la hora de hablar de una clase política que nos toma el pelo una y otra vez, y encima, en nuestras propias narices. Se habrán pensado que los que conformamos el pueblo somos imbéciles (por no decir algo más fuerte). Nótese que en ningún momento hago mención alguna a la generalidad (que no Generatitat) de la buena gente catalana ni los acuso de nada, son muy libres de elegir sus destinos, pero clama al cielo tanta desfachatez por parte de los que aprietan el botoncito desde un escaño del parlament, donde ayer dijeron digo, hoy dicen Diego. He llegado al convencimiento de que el juego político (que no la Política per se, que son cosas distintas) no es más que puro oportunismo.

               El tema no está en "toros sí o toros no", (que también tengo mi opinión personal, pero si entro será de soslayo), si no en el doble rasero -y doble moral- que a veces se tiene a la hora de legislar y ejecutar las leyes. Es muy peligroso jugar a las prohibiciones para según qué cosas, nunca a ninguna sociedad le ha hecho ningún bien las restricciones caprichosas. A mi no me gustan las peleas de gallos y por lo tanto no voy a ninguna. Mi padre es aficionado a la caza, yo no; ni yo le quito a él su afición, ni él, por supuesto, me obliga a mí a tenerla. No me gustan ciertas celebraciones o tradiciones y, sin embargo, no pierdo el tiempo en salir a verlas, pero no dejo de comprender que haya quien le vaya la vida en ello. ¿Quién soy yo para prohibir que la gente vaya a presenciar matanzas de cerdos a la Sierra? (que tanto está de moda ahora, como si aquí en mi pueblo nunca se hubiera hecho), si alguien disfruta viendo cómo sacrifican a un animal y cómo de la materia prima salen esos exquisitos manjares ¿Quien soy yo para juzgar sus gustos?

               Es peligroso, digo, jugar a prohibir arbitrariamente, porque siempre se sabe por dónde se empieza prohibiendo, pero nunca por dónde se acaba. Una procesión con una escultura de un Cristo crucificado demacrado y lleno de sangre, para los católicos es gloria bendita, pero para el que no lo sienta así puede considerar que hay que preservar de la vista de los niños semejante acto cultural de contenido macabro. También podría resultar molesta la Imagen de la Santa Cruz en procesión por las calles porque puede hacer apología del martirio festejar a un patíbulo equivalente a la silla electrica o la guillotina, aunque para el cristiano signifique todo lo contrario, para el que no lo es esas consideraciones se las pueden traer al pairo (pero vamos, hasta ahí podría llegar la broma!!!!). Eso sin contar los museos repletos de esculturas de dioses, diosas y ninfas devorándose unos a otros; pinturas tenebristas barrocas, suicidios románticos, duelos a garrotazos... ¡A la candela toda esa literatura de temática cruel! ¡Censura sin piedad a películas como "La Naranja Mecánica"!... No, no es descabellado lo que digo, viendo cómo está el patio. Después de leer noticias como la que nos ocupa, uno se cree ya cualquier cosa.

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