lunes, 6 de septiembre de 2010

¡HASTA PRONTO, MADRE!

               Acabo de llegar de hacerte una visita en tu ermita. Me he enterado casi de casualidad que mañana te celebran una Misa de "despedida", pero por motivos laborales no podré estar presente. Me crea cierto "nosequé" esta despedida tan... llamémosla fría: una simple visita a tu ermita (y porque pasaba de casualidad y también dio la, cada vez más, casualidad de encontrarla abierta). Si me lo hubieran dicho aquel enero de 1998, ni "jarto vino" lo hubiera creído.


               Y es que, aquello fue demasiado hermoso para un chaval de tan sólo dieciocho años. Aquel 18 de enero nos despedíamos de ti, pues te esperaban seis largos meses en las instalaciones del IAPH, sí, esas mismas que te van a acoger ahora. Qué distinto fue todo (al menos para mí). Llegué del Instituto al mediodía del 19 de enero y aún con el bocado en la boca me dirigí a la ermita. Habíamos quedado la noche antes, después del Culto mensual de los 18, que yo sería uno de los que irían contigo a La Cartuja sevillana; pero lo que sí no me esperaba era que irías sobre mi regazo, junto con tu prioste y vestidor en el asiento trasero del coche del, por entonces, Hermano Mayor. Algunas devotas se asomaban a las puertas porque intuían tu presencia aunque no te pudieran ver… y lanzaban besos al aire al paso del vehículo donde íbamos. Calles Virgen de los Remedios, San José, Avda. de Andalucía, Nueva, carretera de Rociana y A49 hacia el este. Me imagino que el camino que conduce al Cielo no dista demasiado de aquel que hicimos juntos hacia la capital Andaluza.

               Íbamos bastantes personas, miembros y no miembros de la Junta de Gobierno, tanto que, cuando llegamos, me acuerdo del asombro del personal que nos recibió: “Pero, ¡si viene medio pueblo con la Virgen!”; yo hubiera apostillado de haber estudiado aquel año a Platón: “medio no, entero”, por aquello de que más está el alma donde ama más que donde habita. Allí te dejamos, volvimos a Villarrasa, un pueblo con calles y plazas en la Campiña onubense, pero con el alma en la Isla de la Cartuja de Sevilla.

               Nunca te faltó flores cada día 18 de los meses que allí estuvo. Recuerdo que aquella Semana Santa (sí la de la mojada del Señor de Pasión) como si la viviera en el pueblo, te teníamos tan cerquita, que la calle Tetuán nos parecía la calle Piñón; los vítores a las dos Esperanzas me recordaron más que nunca a nuestro mayo crucero, me parecía pasear por la calle Empedrá cuando cruzábamos por Romero Murube… y , encima, el Hermano Mayor era, por entonces, Presidente del Consejo!! Fui a verte en alguna que otra ocasión junto con Alfonso L. Vázquez (qué gran persona y cuánto le debo) junto a otros más. Aún conservo aquel calendario escolar donde iba marcando los días de tu ausencia y cuánto restaba para llegar a aquel que tenía marcado con una cruz en rojo (nada es casualidad) y que se había fijado en el 18 de julio de 1998.

               Llegó la fecha del regreso. La Hermandad del Cachorro nos dio la muestra más suprema de lo que es ser Hermandad. Allí, en la capilla anexa del patrocinio, te montamos en tus sencillas andas de traslado. Antonio Garduño fue quien te vistió colocándote tu manto verde de 1875, “el de los pobres” (que, para mí, es el más rico). La tarde del 17 de julio se ofició Misa en tu honor a los pies del Cristo de la Expiración y para ello saliste al aire de Triana para ser mudada de una capilla a la otra. Todo fueron facilidades, todo fue obsequioso, “para lo que hiciera falta”. Eternamente agradecidos a la Hermandad del Cachorro.

               Llegó el 18 de julio, tu pueblo, que ya no cabía en sí, abarrotó la plaza Nueva (Plaza de España), sitio donde fuiste Coronada. Se le dio infinidad de vueltas al cómo debías presentarte de nuevo ante tus hijos, para mi gusto se optó por la mejor de las maneras que se barajaron. Se montó un gran estrado con unas inmensas cortinas de terciopelo rojo, que ocultarían el vehículo donde vendrías y aparecerías ante los presentes a través de éstas, para luego celebrar la Santa Misa de bienvenida y culto mensual de los 18 allí mismo con el consiguiente traslado hacia tu ermita.

               A las 9 de la noche debías llegar engalanada en tus andas, te traía un vehículo de “Amado de Miguel” (no, no es publicidad, es agradecimiento). “Nos comunican que la Virgen viene a la altura de Sanlucar la Mayor”, el murmullo se apoderaba de la Plaza cada vez que se avisaba por megafonía por dónde ibas en tu viaje de regreso, murmullo que se hacía aplauso cuando te acercabas más: la entrada en la provincia de Huelva, la llegada al desvío de Villarrasa… Mientras tanto, Alfonso Vázquez (es inevitable recordarlo de tanto bien como te hizo) se dispuso a rezar el Rosario, después de las letanías, la Banda de la Cruz Roja se puso a interpretar varias marchas hasta que se avisó que habías entrado en Villarrasa. Todas las campanas se volvieron locas (ya sabes que todas se ponen de acuerdo sólo en tu honor). Llegaste a la Plaza, apareciste –por segunda vez- a tu pueblo y éste estalló en vítores como yo nunca lo había visto. Siempre te vemos en tus procesiones guardando demasiado las formas, sin embargo en aquella ocasión no había nada que impidiera que tus devotos te vitorearan, te piropearan, incluso te chillaran. Repito, jamás vi nada semejante en lo que a ti respecta.

               Acabada la Misa te “arrancaron” literalmente del efímero presbiterio y flotaste sobre un mar de cabezas y brazos levantados, mar en la Plaza que se hizo torrente por la calle de la Alcantarilla hasta desembocar a las puertas de tu ermita. Entraste, te volvieron a sacar, te levantaban en volandas, todo era frenesí en tu honor. Yo, mientras tanto, lo flipaba en colores. Y más lo flipé luego con la escasísima documentación gráfica de aquello.

               Qué distinto es todo ahora para nosotros, ¿verdad, Madre? (y bien sabes que no por mi voluntad), me parece mentira que después de verte esta tarde, repito, por casualidad, no vaya a volverte a ver hasta el 26 de noviembre, así sin más. Han pasado muchas cosas durante estos doce años, no dudes que de todas ellas, tanto positivas como negativas, he aprendido.

               ¡Hasta pronto Madre!

1 comentario:

  1. No caben más sentimientos en tus palabras,ni caben más palabras para expresar el amor que Villarrasa profesa a la que siempre fue y será Su Remedio.
    Vuelve pronto Señora.
    Un saludo cofradiero desde La Palma.

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