sábado, 11 de junio de 2011

Rocío

               Vaya por delante que no soy rociero. Nunca he hecho el camino, no pertenezco a ninguna Hermandad, no he estado en la aldea durante la romería... con estos ingredientes, ¿cómo voy a decir que soy rociero?. Ahora bien, me atraen estas fiestas, las admiro y disfruto como propias de Almonte que son, de la misma forma que admiro y disfruto cualquiera de las manifestaciones religiosas que se celebren en el entorno.

               Obviando el asunto religioso y ateniéndome al hecho de que las Imágenes son consideradas como iconos que refuerzan el sentido de pertenencia a una colectividad (de esto en mi pueblo sabemos lo suficiente). Me suelo posicionar a favor del comportamiento, muchas veces puesto en duda, de los almonteños. Sí, es su fiesta y, hasta cierto punto, es lógico su celo por lo que consideran su tesoro más preciado: la Sagrada Imagen de Ntra. Sra. del Rocío. Lo que no llego a comprender es el comportamiento de muchos que llegan de fuera queriendose erigir como los protagonistas absolutos de la celebración.

               La Hermandad filial de mi pueblo se fundó en 1973. Se ve a leguas, pues es el único Simpecado que lleva a la Virgen vestida de Pastora. Es curioso que la Hermandad se fuera forjando en unos años (finales de los 60, principios de los 70) en los que la tradicion crucera no atravesaba por su mejor momento... Por un lado, no estaba bien que se repitieran Hermandades con un mismo titular y había que unificar actos y cultos... por otro, se fundaba una Hermandad mariana cuando ya aquí había una desde hace siglos. Contradicciones a las que muchas veces nos vemos sometidos, y más en plena resaca post-conciliar.

               De cualquier forma, su fundación trajo consigo la reapertura al culto de la ermita de San Roque. Las vecinas (entre ellas, mi madre) se volvieron locas aportando enseres para vestirla... una mesa de patas torneadas de mi bisabuela sirvió de altar para celebrar las primeras misas... maceteros, tibores... ver reabierta aquella ermita compañera y testigo mudo de todo cuanto acontecía en el barrio, era demasiado como para no ser tenido en cuenta. Sólo pediría una cosa: si alguna vez alguien (me da igual de qué instancias) se decide a meterle mano y restaurarla... por Dios, que le quiten esos azulejos de la puerta. La ermita se llama de San Roque, así ha sido desde que se construyó a instancias del concejo local en 1645; la "ermita del Rocío" está en la aldea,  donde recibe culto la Blanca Paloma. Además, no se puede acceder a un sitio donde pone "1978" y encontrarse con una cúpula dieciochesca que más barroca no puede ser. Deseoso estoy de verla remozada como las Angustias.

              Hace unos días, viendo la peregrinación de la Hermandad Matriz por la televisión, a un familiar le llamó la atención de que no llevara carreta para portar el Simpecado, diciendo: -Hay que ver qué cosas, siendo la Matriz y que sea la única que no lleva carreta. A lo que yo contesté -Precisamente, porque es la Matriz no la necesita... además, si hubiera de tenerla ¿Qué tipo de carreta tendría que ser la suya, que le hiciera honor al hecho de ser la principal?... tendría que ser una tan distinta, que no tuviera parangón con ninguna otra... Sin querer, puse la contestación en bandeja (siendo de la Cruz que somos) y, antes de que me dijeran nada, apostillé: -No, esa no... ese modelo ya está cogido...

No hay comentarios:

Publicar un comentario