martes, 4 de enero de 2011

1990 (y II)

               Fue el año del boom de los culebrones venezolanos. Cristal en la Primera Cadena y Topacio, media hora después, en el naciente Canal Sur (que dicen “la nuestra”). A tanto llegó el asunto que hasta desde el colegio nos insistían, una y otra vez, del peligro que corríamos si nos enganchábamos demasiado a estos seriales. Qué poco auguraban entonces a eso llamado “telebasura” y que también empezaba a emerger de manos de las nacientes cadenas privadas. Confieso que en mi casa no se veían (y con esto no quiero ser el típico petulante que dice que sólo ve los documentales de la 2) Simplemente, mi madre lo consideraba un “comecocos” y lo prohibió tajantemente en casa.


               Villarrasa se disponía a seguir celebrando sus fiestas civiles, organizadas por el Ayuntamiento, a pesar del mazazo de la pérdida de su Alcalde. San Vicente se celebró en lo “Alto de la Mesa”, al lado del portal de los cazadores. Fue la última vez que bebí agua del Charco Curda, que conseguimos llenar algunas botellas cuando íbamos de camino hacia el recito por Aradilla. Hacia finales de enero y principios de febrero se celebraron una Misiones, para ello se dispusieron varias casas particulares para celebrar reuniones y convivencias. Se utilizaron formas y maneras que permitió la liturgia post-conciliar y que a mí no me acaba de convencer (¿qué se le va a hacer?, hay aspectos en los que soy bastante tridentino). Y como venían los Misioneros, pues había que sacar a la Virgen para que presidiera las Misiones. Eso de mover la Virgen fuera de su tiempo y lugar, sólo porque venían unos señores a predicar, no fue muy bien recibido en mi gente. Los carnavales vinieron con fuerte levante, tanto que hubo que suspender las actuaciones previstas en la Plaza Nueva. La Semana Santa, que ya empezaba a dar preocupantes síntomas de decadencia después del boom ochentero, nos mostraba por primera vez a la –por entonces desconocida- Borriquita acompañada por una banda de cornetas a los tres años de su primera salida… los mismos que ya llevaba Ntro. Padre Jesús saliendo sólo, en andas y en Vía Crucis.

               Recuerdo, por el mes de febrero, que nos reunimos varios compañeros de clase (mi primo Enrique, Venancio y yo) con la intención de hacer un pasito con una Cruz, al final nos decantamos por poner veinte duros cada uno, comprar arcilla y hacer una Virgen que se quería asemejar a la de los Remedios (pude comprobar las cualidades artísticas de mi padre en el modelado), para acabar dándole más vueltas que a un trompo por mi patio y corral. Aún guardo algún que otro trozo de aquella “falsificación románica” -como la llegué a llamar con el tiempo-. Llevarnos toda la tarde y noche embadurnando la mesa de mi cocina de barro nos costó, a los tres, una “notita a los padres” por no haber realizado los deberes (ahora, eufemísticamente, “actividades”) que teníamos que presentar hechos al día siguiente. Lo que más me encorajó de aquello es que fueron tres ejercicios de Lengua de los más ridículos que bien lo hubiera podido hacer en un santiamén.

               Mayo se nos presentaba con ausencia de équidos, debido a la llamada Peste Equina, lo que propició la suspensión del Romerito de la Santa Cruz del Campo, la supresión de caballos y tracción animal en el de la Santa Cruz de Arriba y un atípico Rocío. Fue el último año en que vino la Legión y el primero de una capilla, aún en construcción, cubierta interiormente de romero. Fue la penúltima vez que el Corpus Christi se celebró en su día (en uno de los jueves del año que brillan más que el sol) y creo recordar que San Isidro estrenó el dorado de su paso y las horripilantes ruedas, cosa que también hizo el Sagrado Corazón de Jesús, aún procesionando así hasta hoy.

               Fue el año del equipo de Jockey sobre patines y las mil y una formas que inventaron para salir adelante y no sólo eso, si no colocarse varios años seguidos en lo más alto, tanto a nivel regional como nacional. No hizo falta ni pabellones, ni campos de césped, ni nada por el estilo. Su desaparición hizo que me creara toda una teoría sobre nuestra forma de ser: somos capaces de llegar a lo más alto, ser los mejores y con brillantez… pero siempre hay algo que impide mantenernos, ¿el qué?, bien me gustaría saberlo para aniquilarlo.

               Aquella Feria de 1990 la recordaré de por vida. Un accidentado comienzo (vaya con el toldito que pusieron en la caseta municipal) para un brillante final. Se quiso recuperar las orquestas a mediodía, Gigantes y Cabezudos, pasacalles. El Casino de Sociedad decía definitivamente adiós, y con él, aquellas ferias que me tiraba en mi niñez correteando, con mis primos, entre las parejas que bailaban “los Pajaritos” o “la Mané” (y ver dónde ponían la mano cuando decían aquello de: “una mané, en la cabecé, y la otra mané en el….. de la compañeré”). El primer año del homenaje a la Tercera Edad y sus dichosos relojes, amenizado por la actuación de Juanito Valderrama y Dolores Abril.

               Pero hay algo que, seguro, todos recordarán de aquel año. Sí, ni más ni menos que el concierto de Loquillo y los Trogloditas. Creo que aquel día Villarrasa se dio de bruces con la modernidad: Hasta aquella fecha, llevar pelo largo, "zarcillitos", pantalones “rotos” y camiseta de colorines era cosa de “pelusos amariconaos” (qué finos). Aquí había que aparentar no sentir ardores hormonales, los solteros sentarse en el “banco de los solteros” (los cuatro de material que había en la plaza) y los que tenían pareja pasear plaza arriba, plaza abajo y así una generación tras otra como un hámster en una rueda. Otra cosa era lo que ocurría de puertas adentro. Sin embargo, ya en los ochenta, la mentalidad se fue abriendo, haciéndolo de golpe y porrazo aquella tarde-noche agosteña. Las calles se llenaron de pandillas, fans del grupo rockero, motos ensordecedoras… hasta entonces eso de besarse en público era poco menos que una falta de respeto, aquella tarde, en la feria, fue toda una bacanal por donde se pasaba, escandalizando a unos y divirtiendo a otros (aunque de entre los escandalizados habría alguno lamentando no haber tenido esas cosas en su época). Todo lo que no podíamos imaginar y que sólo veíamos en la televisión. Dicen que se gastaron mucho dinero en aquel concierto…. Bien empleado estuvo.

               Si han llegado leyendo hasta aquí (premio para el que lo haya conseguido), estas dos entradas son sólo retazos de unos recuerdos que me he encontrado desempolvando el “doblao” de mi memoria. Espero no haber aburrido a nadie.

1 comentario:

  1. Se me olvida decir que también fue el año del agua de garrafa, repartida por el camión cisterna...

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